Un sistema de temer. La crítica de la izquierda a Sanders ofrece un socialismo sin socialismo

Zizek. 2 de marzo de 2019
Traducción: Paula Schaer



¡Qué sorpresa! Inmediatamente después de que Bernie Sanders anunciara su candidatura para la Presidencia de Estados Unidos surgieron ataques desde todos lados. No sólo de parte del Presidente Trump, quien se refirió a él como un “wacko” [demente]. No sólo de los comentadores de la rama conservadora que usualmente proponen docenas de variaciones sobre el motivo “¿Querés a Sanders de presidente? Mirá Venezuela”. Las calumnias también vienen de los oponentes de centro de partido demócrata. Y leyendo estos comentarios mordaces, inmediatamente nos vemos agobiados por un sentimiento de deja vu. Porque hemos vivido esta situación antes, en el tiempo de las primarias demócratas disputadas entre Sanders y Hillary Clinton.

Discutible, la campaña de Clinton contra Sanders alcanzó su punto más bajo cuando Madeline Albright (en campaña por Hillary) dijo: “Hay un lugar especial en el infierno para las mujeres que no se ayudan entre sí” (Queriendo decir: las mujeres que votan por Sanders en lugar de por Clinton).
Ahora bien, deberíamos cambiar esta afirmación: hay un lugar especial en el infierno para mujeres (y hombres) que piensan que medio millón de niños muertos es un precio aceptable para un intervención militar que destruye un país (como Albright dijo en favor del bombardeo masivo de la vuelta de Irak en 1996), mientras apoyaba con fervor los derechos de las mujeres y los gays en casa. ¿No es la visión del mundo de Albright infinitamente más obscena e indecente que todas las banalidades sexistas de Trump?

En esta nueva oportunidad, todavía no se llegó a eso, pero lentamente nos vamos aproximando.

Principios fuertes

Los ataques liberales a Sanders por sus supuestos rechazos de las identidades políticas resucitan otra vez, ignorando que Sanders está haciendo exactamente lo contrario cuando insiste en un vínculo entre clase, raza y género.

Hay que apoyarlo incondicionalmente cuando rechaza la identidad en sí misma como una razón para votar por alguien: “No es bueno que alguien diga soy una mujer, vótenme. Lo que necesitamos es una mujer que tenga las agallas de pararse frente a Wall Street, a las compañías de seguro, a las compañías farmacéuticas, a la industria del fuel oil”. Como era esperado, por esta misma afirmación, Sanders fue atacado como un hombre blanco chauvinista atrincherado en el reduccionismo de clase. De hecho, no nos sorprendamos de que pronto sea denunciado como una expresión de masculinidad tóxica.

Si dejamos de lado las mentiras explícitas (como el reclamo probadamente falso de que el joven Sanders no trabajó con Martin Luther King en la lucha por los derechos civiles), la estrategia de aquellos que privilegian a Warren antes que a Sanders es más bien simple.

En primer lugar, afirman que los programas económicos tienen una mínima e insignificante diferencia (uno está tentado de agregar: sí, mínima, como el hecho de que Sanders se proclame a sí mismo como un demócrata socialista, mientras que Warren insiste en que es una capitalista hasta los huesos… Es triste escuchar a Elisabeth Warren declarándose a sí misma como una “capitalista hasta los huesos” cuando incluso los managers de las corporaciones más grandes como Bill Gates, Elon Musk o Mark Zuckenberg hablan de cómo el capitalismo, al menos en su forma de funcionar, no puede sobrevivir).


Aguas turbias

Así, los críticoa reclaman que a diferencia de Sanders que pone el foco exclusivamente en la injusticia social, Warren hace hincapié en las injusticias de género y raza. Siendo clara su ventaja respecto de Sanders: sólo Warren puede encabezar un frente progresista contra Trump.

Últimamente, los críticos de Sanders terminaron en una suerte de acción electoral afirmativa: “Sanders es un hombre. Warren es una mujer”. Así, dos hechos claves quedan ocultos aquí: el demócrata socialista Sanders es mucho más radical que Warren, quien permanece firmemente dentro del sistema demócrata. Además de que no es verdad que Sanders ignore las luchas raciales y de género. Sólo que él descubre su vínculo con las luchas económicas.

Warren no es, como sus partidarios reclaman, una tercera vía entre los demócratas de centro y el socialismo democrático, la síntesis de lo que es mejor en las identidades políticas raza/género y la lucha por la justicia económica. No. Ella es Hillary Clinton con un más sutil rostro humano. Incluso los que apoyan a Warren admiten que su autoproclamación como descendiente de los originarios americanos fue un error. ¿Pero fue sólo un error inocente?

El Secretario de Estado de la Nación Cherokee, Chuck Hoskin Jr, respondió al test mostrando que Warren estaba entre el 1/64 de los nativos americanos: "Un test de ADN no sirve para determinar la ciudadanía tribal. Frecuentemente los test de ADN no distinguen si los ancestros de una persona son originarios de Norteamérica o Sudamérica". Hoskin tenía razón, y lo que deberíamos agregar es que probar que tenés algo de ancestros exóticos para legitimar tus raíces populares, no tiene nada que ver con la lucha actual contra el racismo. Sin embargo, lo más notable es que Warren aplica para una causa progresista, usando el mismo procedimiento que los Nazis aplicaban para identificar a aquellos sospechados de tener sangre judía.

En el mercado actual, encontramos un montón de productos desprovistos de sus maléficas propiedades: café sin cafeína, crema sin grasa, cerveza sin alcohol, etc. ¿Y qué con el sexo virtual en tanto sexo sin sexo? ¿Y qué con los políticos contemporáneos: expertos en administración, como políticos sin política? ¿No ofrecen los demócratas que atacan a Sanders algo similar: un socialismo sin socialismo, desprovisto de las características que constituyen una verdadera amenaza al sistema?

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