“Yo no soy Charlie”, por Shlomo Sand (*)
Publicado
en UJFP – Union Juif Francaise pour la Paix
Martes,
13 de enero del 2015
http://www.ujfp.org
Traducción
del Francés Paula Schaer
Nada puede
justificar un asesinato, a fortiori
la matanza en masa cometida a sangre fría. Lo ocurrido en Paris en este
comienzo del mes de enero constituye un crimen absolutamente inexcusable. Decir
esto no tiene nada de original. Millones de personas piensan y lo sienten así,
con justa razón. Sin embargo, en vistas de esta aterradora tragedia, una de las
primeras cuestiones que se me vino a la cabeza es: ¿el profundo disgusto
experimentado ante el asesinato debe llevarme obligatoriamente a identificarme
con la acción de las víctimas? ¿Debo ser Charlie, porque las víctimas
eran la encarnación suprema de la libertad de expresión, como lo declaró el
Presidente de la República? ¿Soy Charlie no sólo porque soy un ateo
laico, sino también por mi antipatía fundamental respecto de las bases
opresivas de las tres grandes religiones monoteístas occidentales?
Algunas de las caricaturas publicadas en Charlie
Hebdo hace tiempo, me resultaron de mal gusto. Sólo unas pocas me hicieron reír.
Pero eso no es problema. En la mayoría de las caricaturas sobre el islam publicadas
por el semanario en el curso del último decenio, descubrí un odio manipulador destinado a
seducir lectores, evidentemente no musulmanes. Asimismo, la reproducción por Charlie de las caricaturas publicadas en
el diario danés me pareció abominable. Ya, en el 2006, me había parecido pura
provocación el dibujo de Mahoma con una granada en el turbante. Esto no era una
caricatura de los islamistas, sino más bien una estúpida asimilación del islam
al terror, casi como si identificáramos al judaísmo con el dinero.
En general, se dice que Charlie tiene la misma actitud
indistintamente con todas las religiones, pero eso es mentira. Es verdad que se
ha burlado de los cristianos y, a veces, de los judíos, pero ni el diario danés
ni Charlie se permitirían, afortunadamente, publicar una caricatura en
donde aparezca el profeta Moisés con un kipá y los tefilines rituales bajo la
forma de un usurero con un gesto de astucia parado en la calle. De hecho, está
bien que en la civilización denominada “judeocristiana”, ya no sea posible
difundir públicamente el odio antijudío como fue el caso en un pasado no tan
alejado. Estoy por la libertad de expresión, y me opongo a la incitación
racista. Obviamente, me parece bien la prohibición hecha a Dieudonné de
expresar demasiado públicamente su “crítica” y sus “bromitas” respecto de los
judíos. Pero de igual manera me opondría formalmente a que sea agredido
físicamente. Ahora bien, si acaso algún idiota lo hiciera, me chocaría, aunque no
iría a blandir una pancarta que dijese: “Yo soy Dieudonné”.
En 1886, se publicó en París un libro de Edouard Drumont titulado La
Francia judía y en 2014, el día del atentado cometido por esos tres idiotas
criminales apareció el libro de Michel Houellebecq bajo el título Sumisión,
la Francia musulmana. La Francia judía fue un verdadero bestseller de fines del siglo XIX. Sumisión
ya era un bestseller, incluso antes de su aparición en
librerías. Estos dos libros, cada uno en su época, gozan de una amplia y
calurosa recepción por parte del periodismo. ¿Qué diferencia hay entre ellos? Houellebecq
sabe que a comienzos del siglo XXI está prohibido agitar la amenaza judía, pero
es bien recibido vender libros que adviertan sobre la amenaza musulmana. Alain
Soral, menos astuto, no supo ver esto, y de hecho se lo marginó de los medios…
¡Tanto mejor! En cambio, Houellebecq fue el invitado de honor del noticiero de
la televisión pública de las 20 horas en vísperas de la salida de su libro, que
participa de la difusión del odio y el miedo tanto como los perversos escritos
de Soral.
Malos vientos, aires fétidos de peligroso racismo, flotan sobre Europa.
Existe una diferencia fundamental entre agarrársela con una religión o una
creencia dominante en determinada sociedad y atentar o provocar a los otros en contra
de una religión de una minoría dominada. Si desde el seno de la civilización
judeo-musulmana, en Arabia Saudita, en los Emiratos del Golfo hoy en día hay
protestas y advertencias contra la religión dominante que oprime a trabajadores
por millares y a millones de mujeres, tendríamos el deber de apoyar a estos
manifestantes perseguidos. Ahora bien, como es sabido, los dirigentes
occidentales lejos de aplaudir a los “voltairianos o rousseaunianos” de Medio
Oriente, sostienen a los regímenes religiosos más represivos.
Al contrario, en países como Francia o Dinamarca, Alemania o España, en
donde viven millones de trabajadores musulmanes, que casi siempre realizan las
tareas más penosas, en lo más bajo de la escala social, deberíamos ser muy
prudentes a la hora de criticar el islam, y sobre todo de ridiculizarlo
groseramente. Hoy en día, y muy particularmente después de esta terrible
masacre, me solidarizo con los musulmanes que viven en los ghettos adyacentes a
las metrópolis, que corren el riesgo de convertirse en la próximas víctimas de
los asesinatos perpetrados en Charlie Hebdo y en el supermercado Hyper casher.
Yo, por mi parte, sigo el modelo de referencia de Charles, el original: el gran
Charles Chaplin, que jamás se burló de los pobres y los no instruidos.
Mucho más, sabiendo que todo texto se inscribe en un contexto. ¿Cómo no
interrogarse sobre el hecho de que, desde hace más de un año, soldados
franceses han irrumpido en África para “combatir contra los yihadistas”, sin
que se hubiese dado en Francia un debate público serio acerca de la utilidad de
esta presencia o los daños que estas intervenciones militares pueden provocar?
El gendarme colonialista de ayer tiene hoy una responsabilidad indiscutible
en la herencia caótica de las fronteras y de los regímenes. Sin embargo, se lo
vuelve a convocar ahora para la reinstauración del “derecho” a la ayuda de una
fuerza de gendarmería neocolonial. Él, junto con el gendarme norteamericano -responsable
de la destrucción de Irak, sin haber expresado jamás el menor remordimiento-,
participan de los bombardeos de las bases “daesch”. Aliado de los dirigentes saudíes “iluministas” y de otros cálidos partidarios de la “libertad
de expresión” en Medio Oriente, preserva las fronteras de esa ilógica división
impuesta desde hace un siglo en función de sus intereses imperialistas. Se lo
llama para bombardear a aquellos que amenazan los preciados pozos de petróleo cuyo
producto consume, sin comprender que, haciendo esto, invita al terror al seno
de la metrópoli.
Pero, en el fondo,
es posible que haya entendido bien. Occidente iluminista acaso no sea la ingenua
e inocente víctima, tal como le gusta presentarse. Obviamente, es necesario ser un
asesino cruel y perverso para matar a sangre fría a personas inocentes y
desarmadas, pero hay que ser hipócrita o estúpido para cerrar los ojos ante los
datos en los que se inscribe esta tragedia.
Hay que ser ciego
para no comprender que esta conflictiva situación se irá agravando si no nos
comprometemos, ateos y creyentes, en abrir verdaderas perspectivas de vivir
juntos sin odiarnos mutuamente.
(*) Historiador y profesor en la Universidad de Tel Aviv.
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